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En su poema Ítaca, Constantino Cavafis nos recuerda que la vida humana, cuando es vivida con completa inmersión en los hechos, nos convoca a la alegría de experimentar quiénes somos y cómo es el mundo que nos circunda.

Los nueve cuentos de Celeste Koch, una cifra casi perfecta, se cobijan metafóricamente en la Ítaca de Cavafis. Muestran una pluma, en muchos sentidos viajera, que vive con sagacidad y creatividad los hechos de la realidad y de la imaginación. Hay en estos cuentos una sensibilidad especial, que acoge con hospitalidad y precisión, las contingencias ocurridas durante el viaje; hay también una audacia para vivirlas y narrarlas que nos alienta a experimentar acabadamente las peripecias de nuestros propios viajes. Quien escribe esos cuentos es una viajera entrenada en las dificultades y ocasiones del mundo, muy atenta a lo que se cuece y a lo que queda en cada circunstancia.

En estos cuentos, nosotros, sus lectores, disfrutamos por partida doble. Disfrutamos de las experiencias vividas y sus significados; y, al mismo tiempo, del juego de la autora por la ciudad del lenguaje y sus barrios.