Celina va trazando la cartografía de su propia historia, atestiguando que otras formas de Fe son posibles. ¿Y qué es la Fe, sino la alegría de ver crecer y florecer a nuestra propia familia, poder encontrar en lo desconocido y cotidiano la expresión de lo divino?
Cada poema es un canto a la vida. Desde la libertad del jardín, pasando por el vuelo de las aves, los viajes y los encuentros, ella imagina una ventana hacia la belleza y luego la hace real con el tesón de sus palabras. Crea así, casi inintencionalmente, un refugio para la memoria propia, la de sus hijos y la de sus nietos.
Este poemario es una forma de Fe y además, una forma de construir un Hogar.
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