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La Mari, la Coca y las Pepas cierra la serie de «El Flaco», un muchacho de Villa Urquiza que se ve envuelto –sin proponérselo–, en una desigual lucha con los narcotraficantes y la mafia contratista.
Resulta notable el estilo cinematográfico de la escritura de Orlando Espósito, siempre punzante y mordaz, con diálogos que se deslizan con esa naturalidad tan característica de sus novelas y relatos, y acciones que llevan a leer a velocidad vertiginosa. El lector va a «sentir» que está «viendo» la acción en una pantalla
Esta novela es la tercera de una saga que arranca con El fantasma verde y continúa con Los secuestradores, no obstante, pueden ser leídas en cualquier orden dado que son historias cerradas.

En La Mari, la Coca y las Pepas, «el Flaco» recibe una herencia que, además de dinero, incluye acciones de una empresa dedicada a presentarse en licitaciones de grandes obras públicas, las que termina ganando –cuando quiere– utilizando ciertas prácticas turbias, cuasi legales.
Estas acciones en manos de «el Flaco» perturban los planes de la compañía, y la obligan a procurar comprarlas recurriendo a cualquier artimaña, sin dudar en recurrir a la extorsión y el asesinato.
Entrelazada con esta historia encontramos la batalla personal del inspector Martello, personaje implacable y algo misterioso, que desconcierta y contribuye a mantener la tensión desde la primera hasta la última página de esta novela, que va a dejar sin dormir a los lectores hasta altas horas de la noche.
Es una historia cruda, real, con pasajes de una violencia inusitada, pero tangible, cercana y tan creíble, que podría ocurrirle a cualquiera a la vuelta de la esquina.