Escribir, sacar afuera del cuerpo, tranquiliza. Una palabra que emerge, un canal, un anzuelo, un ancla para agarrarse del mundo. Así es la lectura que hago cuando leo a Anita. Entre escribir y la nada, es preferible escribir. Digo, parafraseando a Faulkner. Anita va destejiendo y tejiendo una red, para sostenerse y para que otros y otras la sostengan y sentirse sostenidos, sostenidas. La escritura de Anita es profunda, rotunda, empática y amorosa. Sin destellos de éxito y estrellato. Simple y cotidiana. Escribir para no ahogarse, para sacar afuera. Para nombrar el mundo y para nombrarse en el mundo y decir, acá estoy, éste es mi viaje, éste es mi dolor, pero si lo nombro, duele menos.

Tamara Naymark