Llamado universal. Juan M. Pietraccone
A temprana edad de su vida, Lisandro se vio forzado a cambiar su gran amor a la música por ponerse a trabajar en una ferretería del barrio. Varios años al frente de este comercio, indudablemente no apto para su artístico espíritu, no hicieron más que ir convirtiéndolo en un sujeto cargado de orgullo, resentimiento y otros tantos atributos poco o nada afines a la felicidad. Cansado de ser y hacer lo que no quería, su apática existencia transcurrió sin demasiados altibajos, hasta que un día la sucesión de unos hechos no menos duros que inesperados comenzó a darle una buena oportunidad para remediarlo. Si para ese entonces Lisandro será capaz de poner en ejecución los cambios necesarios para lograrlo, solo dependerá de cuánta lucidez, valentía y amor por sí mismo en el fondo de su corazón le haya quedado.
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