Nos desborda lo inimaginable. Es inconcebible ser un punto minúsculo en uno de miles de planetas. Es insoportable descomponerse cual electrodoméstico y no funcionar más con el paso de unos años en el paso de millones de años terrestres.
Lo fantástico, sin embargo, lo absurdo tal vez, intentan equiparar tal desatino. Puedo escribir cuentos en la esquina de un bar tomando un café con leche con medialunas y olvidarme eternamente, si quiero, de la sarta de estupideces elucubradas en el primer párrafo.
Eso nos da felicidad, efímera, como en el fondo debe ser, pero felicidad al final.
Leer historias terriblemente inverosímiles, en consecuencia, nos transportaría a un deleite insospechado.
Sabrán ustedes si logran sentirlo de esa manera.
Yo no pude.