Los poemas recopilados en este libro no son hijos de la calma, tampoco de la belleza, ni de ningún posible éxtasis espiritual o poético. Todo lo contrario, nacieron de la tempestad interna que se alza en el alma como respuesta a la incomprensión de cierto transcurrir y el dolor, que esa ignorancia, conlleva.
Al escribirlos he intentado no adormecerme en ellos, ni buscar que obren como edulcorantes de la tristeza, la injusticia, la indignidad o el desamor. Tampoco me he propuesto conjurar el desconocimiento en el que vivo, sino que he abordado los poemas, con todas sus espinas, para intentar decir lo que mi corazón piensa y lo que mi mente siente, de manera genuina.
Es verdad que muchas veces las palabras, casi sin buscarlo, logran hilvanarse de tal manera que lo sin pretensión se transforma en sorpresa y hermosura. En esos casos intenté, que la posible gracia recibida, mantenga intacta la fuerza primigenia que permite el vuelo hacia el asombro. Lo hice deliberadamente porque creo que ese misterio, esa fuerza existencial, ese amor nudal, se debe conservar en nuestro corazón, como un gran secreto que no debe decirse, para que no se pierda.
Miguel Ángel Lo Coco
La Colorada, 6 de noviembre de 2017